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Y sin embargo, ciento cincuenta mil contenedores transitan por aqu. En el puerto se levantan ciudades enteras de mercancas para ser transportadas a otros lugares. La virtud del puerto es la velocidad; la lentitud burocrtica, el control meticuloso transforman el guepardo del transporte en un perezoso lento y pesado. En el muelle siempre me pierdo. El muelle Bausan es exacta mente igual que las construcciones de Lego. Una estructura inmensa, pero que parece no tener espacio sino ms bien inventrselo. Hay un rincn del muelle que parece un retculo de avisperos. Panales bastardos que llenan una pared. Son miles de tomas de corriente para la alimentacin de los contenedores reefer, los contenedores con los alimentos congelados y las colas unidas a este avispero. Todos los bocaditos de patata y las varitas de pescado del mundo estn almacenados en esos contenedores helados. Cuando voy al muelle Bausan, tengo la sensacin de ver por dnde pasan todas las mercancas producidas por la especie humana. Dnde pasan la ltima noche antes de ser vendidas.
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Como contemplar el origen del mundo. Por espacio de unas horas transitan por el puerto las prendas que vestirn los nios parisinos durante un mes, las varitas de pescado que comern en Brescia durante un ao, los relojes que ceirn las muecas de los catalanes, la seda de todos los vestidos ingleses de una temporada. Sera interesante poder leer en algn sitio no solo dnde se produce la mercanca, sino incluso qu trayecto ha seguido para llegar hasta las manos del comprador. Los productos tienen nacionalidades mltiples, hbridas y bastardas. Nacen a medias en el centro de China, se completan en alguna periferia eslava, se perfeccionan en el nordeste de Italia, se elaboran en Apulia o en el norte de Tirana para acabar en quin sabe qu almacn de Europa. La mercanca tiene en s misma los derechos de circulacin que ningn ser humano podr tener jams. Todos los tramos de carretera, los recorridos accidentales y oficiales desembocan en Npoles. Cuando los barcos se aproximan al puerto, los enormes fullcontainers parecen animales ligeros, pero en cuanto entran en el golfo lentamente, acercndose al muelle, se convierten en pesados mamuts de planchas y cadenas con suturas herrumbrosas en los costados que rezuman agua.
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Ancha. Punto final de los interminables viajes de las mercancas. Los barcos llegan, entran en el golfo y se acercan a la drsena como cachorros a las ubres, con la diferencia de que no tienen que succionar sino, por el contrario, ser ordeados. El puerto de Npoles es el agujero del mapamundi por donde sale lo que se produce en China, o Extremo Oriente, como todava se divierten en llamarlo los cronistas. Extremo. Lejansimo. Casi inimaginable. Si uno cierra los ojos ve kimonos, la barba de Marco Polo y una pierna levantada de Bru ce Lee dando una patada. En realidad, ese Oriente est ms unido al puerto de Npoles que ningn otro lugar. Aqu, el Oriente no tiene nada de extremo. El cercansimo Oriente, el vecino Oriente deberan llamarlo. Todo lo que se produce en China es vertido aqu. Como volcar un cubo lleno de agua en un hoyo hecho en la arena: el agua, al caer, erosiona todava ms el hoyo, lo ensancha, lo ahonda. El puerto de Npoles mueve el 20 por ciento del valor de las importaciones textiles de China, pero ms del 70 por ciento de su volumen pasa por aqu.
Las puertas mal cerradas se abrieron de golpe y empezaron a llover decenas de cuerpos. Parecan maniques. Pero en el suelo las cabezas se partan corno si fueran crneos de verdad. Y eran crneos. Del contenedor salan hombres y mujeres. Tambin algunos nios. Muertos. Congelados, muy juntos, uno sobre otro. En fila, apretujados como sardinas en lata. Eran los chinos que no mueren nunca. Los eternos que se pasan los documentos de uno a otro. Ah es donde haban acabado. Los cuerpos que las imaginaciones ms calenturientas suponan cocinados en los restaurantes, enterrados en los huertos de los alrededores de las fbricas, arrojados por la boca del Vesubio. Estaban all. Caan del contenedor a decenas, con el nombre escrito en una tarjeta atada a un cordn colgado del cuello. To dos haban ahorrado para que los enterraran en su ciudad natal, en China. Dejaban que les retuviesen un porcentaje del sueldo y, a cambio, tenan garantizado un viaje de regreso una vez muertos. Un espacio en un contenedor y un agujero en un pedazo de tierra china.
Cuando el hombre que manejaba la gra del puerto me lo cont, se tap la cara con las manos y sigui mirndome a travs del espacio que haba dejado entre los dedos. Como si aquella mscara de manos le infundiera valor para hablar. Haba visto caer cuerpos y ni siquiera haba tenido que dar la voz de alarma, que avisar a nadie. Simplemente haba depositado el contenedor en el suelo, y decenas de personas surgidas de la nada los haban metido todos dentro y haban retirado los restos con un aspirador. As era como funcionaban las cosas. Todava no acababa de crerselo, esperaba que fuese una alucinacin debido al exceso de horas extraordinarias. Junt los dedos para taparse la cara por completo y prosigui su relato gimoteando, pero yo ya no entend lo que deca. Todo lo que existe pasa por aqu. Por el puerto de Npoles. No hay producto manufacturado, tela, artculo de plstico, juguete, martillo, zapato, destornillador, perno, videojuego, chaqueta, pantaln, taladro o reloj que no pase por el puerto. El puerto de Npoles es una herida.